En el extremo sur de Bahía, entre las aguas del río Mucuri y el mar que baña Mucuri, Bahía, crece un ruido inquietante, y no es el de las turbinas. Es el rumor, cada vez más fuerte, sobre las actividades del gigante Suzano Celulose y sus controvertidas represas adquiridas en Minas Gerais, en los municipios de Carlos Chagas y Serra dos Aimorés.
Estas pequeñas centrales hidroeléctricas, heredadas de la polémica Queiroz Galvão —un nombre conocido en la prensa nacional por escándalos y contratos públicos investigados—, han reavivado el debate sobre el uso del agua del río Mucuri, un río que lleva años mostrando signos de agotamiento.
Suzano, cuyo objeto social oficial no incluye la generación hidroeléctrica como su actividad principal, comenzó a operar centrales de pasada, que por ley solo podían generar electricidad a partir del excedente natural del río. Pero las denuncias sugieren que la operación no se ajusta a esta premisa. Por el contrario: se alega que el río Mucuri está siendo represado y utilizado para mantener el ritmo de producción industrial de la empresa, incluso cuando el volumen de agua es insuficiente para que los efluentes se mantengan dentro de los límites ambientales.
Expertos e inspectores ambientales recuerdan la norma: los efluentes industriales no pueden superar el 10 % del volumen de agua del río, pues de lo contrario se corre el riesgo de causar graves daños a la fauna, la flora y las comunidades ribereñas. Sin embargo, pescadores, recolectores de mariscos y residentes afirman que la realidad dista mucho de ser ideal.
“El río está débil, la marea está subiendo, los peces han desaparecido. Quienes viven de la pesca ya no viven, apenas sobreviven”, relata un pescador de Mucuri, quien solicitó el anonimato.
Además de comprometer la calidad del agua, los ambientalistas advierten sobre otro efecto: la represa interrumpe el flujo natural de sedimentos, como la arena, que desempeña un papel fundamental en la defensa natural contra el avance del mar en las costas de la ciudad. ¿El resultado? El océano avanza lentamente y modifica la línea costera, y el futuro urbano de Mucuri.
Mientras tanto, la Fiscalía y las autoridades ambientales están tomando medidas. La información indica que la Fiscalía se ha puesto en contacto con ANEEL (Agencia Nacional de Energía Eléctrica) para obtener datos de producción de energía que podrían demostrar la incompatibilidad de la operación con los períodos de bajo caudal del río. De confirmarse, este episodio podría convertirse en una de las mayores irregularidades ambientales del país, lo que muchos ya denominan el “Escándalo de la Represa de Mucuri”.
También hay informes —y gran indignación pública— de que durante las inspecciones se produce un aumento repentino en el caudal de agua para «facilitar la inspección», como bromean irónicamente los residentes, insinuando que el río solo fluye libremente cuando hay una visita oficial.
Suzano niega las irregularidades y afirma cumplir estrictamente con la legislación ambiental. Pero la indignación crece. Y las aguas retroceden.
Mientras los tribunales investigan, las comunidades tradicionales sufren los efectos de la tormenta, los recolectores de mariscos recogen menos mejillones, los pescadores regresan con las redes vacías y el río, otrora orgullo regional, parece agonizar en un silencio ensordecedor.
Si el río Mucuri pudiera hablar, tal vez preguntaría:
«¿Hasta cuándo?»
ESCÂNDALO DAS BARRAGENS DO MUCURI: O SILÊNCIO QUE AFUNDA O RIO E A PACIÊNCIA DO POVO
No extremo sul da Bahia, entre as águas do Rio Mucuri e o mar que beija Mucuri-BA, cresce um barulho incômodo — e não é o das turbinas. É o rumor cada vez mais forte sobre a atuação da gigante Suzano Celulose e suas polêmicas barragens adquiridas em Minas Gerais, nos municípios de Carlos Chagas e Serra dos Aimorés.
As pequenas usinas, herdadas da controversa Queiroz Galvão — velha conhecida do noticiário nacional por escândalos e contratos públicos investigados — reacenderam a discussão sobre o uso da água do Mucuri, um rio que há anos dá sinais de exaustão.
A Suzano, que em seu objeto social oficialmente não tem como atividade principal a geração hidrelétrica, passou a operar os reservatórios de fio d’água, que por lei só poderiam turbinarem o excedente natural do rio. Mas denúncias apontam que a operação não segue essa premissa. Ao contrário: o Rio Mucuri estaria sendo represado e utilizado para manter o ritmo fabril da empresa — mesmo quando o volume de água é insuficiente para manter a diluição dos efluentes dentro dos limites ambientais.
Especialistas e fiscais ambientais lembram a regra: o efluente industrial não pode ultrapassar 10% do volume da água do rio sob risco de provocar danos severos à fauna, à flora e às comunidades ribeirinhas. Porém, pescadores, marisqueiras e moradores afirmam que a realidade está longe do ideal.
“O rio tá fraco, a maré tá invadindo, o peixe sumiu. Quem vive da pesca já não vive — sobrevive”, relata um pescador de Mucuri, pedindo anonimato.
Além de comprometer a qualidade da água, ambientalistas alertam para outro efeito: o represamento atrapalha o fluxo natural de sedimentos, como a areia que tem papel fundamental na defesa natural contra o avanço do mar nas margens da cidade. Resultado? O oceano vem avançando lentamente e mudando a linha costeira — e o futuro urbano de Mucuri.
Enquanto isso, o Ministério Público e autoridades ambientais se movem. Informações indicam que o MP acionou a ANEEL para garantir dados de produção energética que podem comprovar operação incompatível com os períodos de baixa vazão do rio. Caso se confirme, o episódio pode entrar para o rol das grandes irregularidades ambientais do país — o que muitos já chamam de “Escândalo das Barragens do Mucuri”.
Há ainda relatos — e muita indignação popular — de que, durante fiscalizações, haveria aumento repentino na liberação de água para “lubrificar a inspeção”, como brincam irônicos moradores, insinuando que o rio só corre livre quando tem visita oficial.
A Suzano nega irregularidades e afirma cumprir rigorosamente a legislação ambiental. Mas o clamor cresce. E as águas baixam.
Enquanto a Justiça investiga, comunidades tradicionais ressacam, marisqueiras recolhem menos sururu, pescadores voltam com redes vazias e o rio, antes orgulho regional, parece agonizar num silêncio que grita.
Se o Mucuri falasse, talvez perguntaria:
“Até quando?”
